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Los viajes -atropellados- de la Charade



Los viajes -atropellados- de la Charade
Haydee Zayas Ramos Los viajes -atropellados- de la Charade

Cualquiera choca con otro carro, con un poste o una valla. Cualquiera menos la Charade roja, mi primer carro. Era tan, pero tan barato que no tenía ni radio ni aire acondicionado; lo que sí tenía era dulce para lo inesperado. En él choque con una cama en plena autopista, con un caballo y una pana. Sí, como lo acaba usted de leer.


Conducía por la autopista en el ocaso del día, esa hora maravillosa donde el sol no molesta, pero todavía alumbra, y frente a mí iba una pick up llena de muebles. Awwww, una familia se muda, pensé. De repente la plataforma en madera de una cama comienza a escurrirse entre los amarres de la mudanza. Miré a los lados y no podía cambiarme de carril, así que saqué el pie del acelerador para perder velocidad y ganar más distancia. No podía frenar de golpe pues también tenía un carro detrás. Vi la plataforma caer en cámara lenta al pavimento; mi "PU$%^&*" mental y esquivar unas pulgadas fueron simultáneos. Ahí quedó el guardalodo izquierdo de la Charade, los carros que me seguían hicieron trizas la plataforma y la pick up siguió de lo más campante. Siempre he imaginado al conductor rascándose la cabeza y preguntándose qué rayos pasó con la cama. Sin saber en qué punto de su viaje la habrá perdido.


Algunos meses después estaba saliendo del barrio donde crecí y vi a un par de jóvenes a caballo que venían en dirección a mi Charade. Me acomodé y casi detuve la marcha para que pasaran. Bueno, imagino que el caballo quería más espacio pues le entró a patadas a mi guagüita. Mi reflejo fue echarme para el asiento del pasajero, por eso no salí herida. Pero el marco de la puerta del conductor se abolló. El susto fue tal que ni se me ocurrió reclamarle ayuda al mozuelo para arreglar la puerta.


En otra ocasión, fue la expresión viviente de un problema verbal matemático. Calculen la hora de salida de mi casa, más la velocidad a la que conducía. A eso le suman (dividen o multiplican, ¡qué sé yo!) el tiempo que toma a una pana caerse de un árbol cuando la Charade va pasando debajo. La pana dio justo en el borde superior del cristal del frente. El resultado fue un mapa de las carreteras de Puerto Rico o una tela de araña.


La Charade tiene más historias, pero después de eso, me fui a vivir a Nueva York. La foto es de internet, la original estaba un chin desmejorada.


©Haydée Zayas-Ramos, 2019



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